Yo también quería ser George Lucas

Últimamente leo muchos guiones ajenos de gente que, como nosotros, está empezando o quiere hacerse un hueco en esta jungla. Bueno, no sólo guiones. Leo sinopsis, escaletas, intentos de escaletas, tratamiento, ideas, anotaciones en servilletas, pensamientos…. Leo de todo. Leo más que escribo. Y tanto leer, aparte de para darme cuenta de muchos errores propios en proyectos de otra gente, me ha servido para darme cuenta de una pauta que se sigue muchísimo en los proyectos de aspirantes a guionistas; “la desconexión patria”.

Por decirlo de alguna forma, las referencias a nuestro país son escasas o casi nulas. Casi todos los proyectos que veo ocurren o en un lugar indeterminado, o en el extranjero (preferentemente Estados Unidos) o en el espacio. Está bien, es normal. Todos nos hemos empapado de peliculazas con paisajes de la hostia en el desierto del Colorado, Nueva York, los bosques de Montana o la nieve de Fargo. Es normal y hasta comprensible que nuestro subconsciente se lleve nuestras historias a esos lugares comunes que nos han encantado en películas que tenemos compradas en ediciones especiales en DVD.

coruscant
Yo también desearía que los protas de mi historia se tomaran chupitos por estos barrios

¿Quién soy yo para criticar esto? Mi primera idea, hace muchos años, era para un videojuego. Transcurría todo en un mundo inmenso que quería parecerse a la Tierra Media. Lo abandoné, lo deseché sabiendo que aquello era imposible. Así que decidí hacerlo novela. Exactamente de lo mismo. Me cansé en la mitad del primer capítulo. Mucho tiempo ha pasado y ese adolescente que chupaba de Tolkien y Rowling se ha convertido en un veinteañero que los añora. Sigo queriendo escribir sobre magos, elfos, orcos… sigo queriendo llevar a mis personajes a castillos voladores, páramos de lava y ciudades intergalácticas que dejen en bragas a Coruscant. Pero también quiero trabajar de esto. Y si ya es difícil por no decir imposible vender un guion que ocurra en Albacete, no me quiero ni imaginar uno en el que el protagonista tenga ocho brazos y vaya en nave espacial paseando por la Nebulosa de Orión. Aunque tampoco hay que irse al estreno. Pensemos en… ¿qué probabilidades hay de que se ruede un guión de un escritor novel que transcurra en Londres?

Por suerte y por desgracia vivimos en España, el 99’9% de nuestras productoras cuentan historias que ocurren en Murcia, Cuenca, Coruña o Málaga. Cuentan historias con personajes que se llaman Manolo, Agustín, Sara, María o Teresa. Historias que ocurren aquí. En la España de nosotros o nuestros padres. En un terreno cómodo, que conocemos y que manejamos. Un espacio que podemos sentir como nuestro y donde podemos darles a nuestros personajes esa parte de nuestra vida. Una zona de confort difícil de conquistar, pero mucho más potable de producir que el décimo distrito de Panem.

Hay que ser realista, y desde aquí animo a todos aquellos que quieren vender un guion a que cambien sus Johns y Shakuras por Benitos y Lolas, a que cambien sus Los Ángeles o Asgard por Madrid o Barcelona y a que cambien sus elfos o druidas por campesinos andaluces que malviven del trabajo temporal o por superhéroes de poca monta de Carabanchel.

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Este tío empieza su película contando chistes en un bar de Sevilla y acaba la historia con 55 Millones  en el bolsillo.

Un guión es algo que se va a llevar a imagen y sonido. Si tu fuerte es económicamente imposible porque no hay en España productora que quiera jugársela con el nuevo George Lucas, quizás tu territorio se encuentre en la novela o el cómic (o la animación). Vas a contar la misma historia, con herramientas mucho más realistas para darles vida. Si lo que quieres hacer es una película, piensa que la última ganadora al Goya estaba protagonizada por dos policías llamados Juan y Pedro en las marismas del Guadalquivir.

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